EDUARDO GALEANO, LA GRAN NOVELA AMERICANA

Hoy que ya casi nadie usa la palabra “descubrimiento” para referirse a la llegada a América de las tropas españolas, encabezadas por Cristóbal Colón; hoy que existe bastante consenso para recordar aquel 12 de octubre de 1492 como el comienzo de un genocidio a los pueblos originarios de estas tierras; hoy, más de 500 años después, cuando la historia ya puso todo aquellos acontecimientos en su justo lugar, sería bueno darle otro sentido al hecho de “descubrir” relacionado con este continente.

         Entonces, si de hacer justicia se trata, seamos justos: fue Eduardo Galeano, y no Cristóbal Colón, quien descubrió América. Para su descubrimiento, Galeano no utilizó tres carabelas llamadas Santa María, Pinta y Niña, sino un libro titulado Las venas abiertas de América latina. Un libro aparentemente simple, pero no por eso menos contundente, donde resulta sencillo comprender un fenómeno tan complejo como la explotación de los poderosos sobre los débiles. Que en este subcontinente se reduce a la lucha entre conquistadores y conquistados, opresores y oprimidos.

“La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta”. Así arranca la introducción de Las venas…

Un asunto simple que tiene el pequeño detalle de volverse complejo por estar atravesado por miles, millones de vidas humanas. Y porque la idea de la explotación puede resultar simple, pero sus devastadores efectos y las múltiples maneras de llevarla adelante son de una complejidad que oscila entre lo siniestro y lo patético.

Las venas… es un libro crudo, que de esteticista un carajo, pero que, sin embargo, su tono a mitad de camino entre el ensayo y quién sabe qué otra cosa lo pone a salvo del panfleto. O, en una de esas (y para ser más exactos) deberíamos ubicarlo en el solitario casillero de los panfletos deliciosos. La simpleza de las imágenes hacen de Las venas… un libro al mismo tiempo iniciático y pedagógico. Pero, sobre todo, Las venas… es un gran monumento literario, que resulta tan contundente por la historia que cuenta (que es nada menos que LA historia) como por la manera en que se cuenta esa, LA historia.

Tenía 17 años cuando leí Las venas… y fue una de las cosas que más me marcaron, políticamente, en la transición entre la adolescencia y la primera juventud. Es que Las venas… es un libro para la adolescencia. Suele creerse que semejante juicio es demoledor para una obra literaria. Que relegar la lectura a la adolescencia significa negarlos a la vida adulta y, por lo tanto, denostar la calidad. No es el caso.

Las venas… es un grandísimo libro, clave para entender temas claves. Si es mejor leerlo en la adolescencia es, por un lado, por el carácter pedagógico que tiene. Y, por otro, porque conviene no dejar pasar mucho tiempo en la vida para enterarnos de ciertas cosas. Se trata de un libro que bien podría formar parte del programa académico de las escuelas secundarias. Incorporarlo a la enseñanza formal sería una gran idea, siempre y cuando eso no le agregue solemnidad. Pensándolo bien, lo mejor es que se siga leyendo en la barricada.

Las venas… es a Galeano lo que la beatlemanía a Los Beatles. Porque más allá de los méritos de la obra más reconocida de Galeano, la mejor producción del escritor uruguayo es otra. En Las venas… Galeano encontró su tema, su razón de ser y de vivir. Pero con Memoria del fuego terminó de conformar su obra mayor, su Revolver o su Abbey Road.

Si Las venas… resultaba difícil de encasillar en una batea o análisis de género, en Memoria… Galeano profundiza esta desorientación y estas pocas ganas de rendirse a lo que ya existe como relato, no ya político, sino poético, literario. “Ignoro a qué género literario pertenece esta voz de voces”, aclara el autor en la introducción de Memoria… Y continúa: “Memoria del fuego no es una antología, claro que no; pero no sé si es novela o ensayo o poesía épica o testimonio o crónica o. Averiguarlo no me quita el sueño. No creo en las fronteras que, según los aduaneros de la literatura, separan a los géneros”.

Memoria… puede ser leído como una ambiciosísima novela que, en formato de microrrelatos, pretende contar la historia de América latina desde la llegada de los conquistadores, en 1492, hasta hace 25 años, cuando terminó de escribirse. Esos microrrelatos pueden ser considerados pequeños cuentos. Aunque, si se me permite, prefiero pensarlos como pequeños poemas en prosa. Es un tanto amarrete desdeñar el carácter de poema épico (una épica de héroe colectivo) que tienen los tres volúmenes de Galeano.

         Entre los escritores norteamericanos se habla constantemente sobre la necesidad de escribir un libro que, según las exigencias de la crítica y el mercado, responda al alias de “la gran novela americana”. Lo intentó (no sé si lo logró) Norman Mailer, un tipo que hablaba constantemente sobre el tema. Y lo reclaman constantemente muchos otros autores.

Cada tanto aparece el nuevo autor de moda que llega del Norte, lanzado con bombos y platillos por los monstruos editoriales y reseñado en los suplementos literarios de los grandes diarios. Y la pregunta de los brillantes críticos siempre es la misma: “¿Escribió Fulano la gran novela americana?” Hace poco, en una entrevista, Tom Wolfe se quejaba de que “actualmente los escritores jóvenes estadounidenses quieren ser guionistas de Los Simpson y dejaron de lado la idea de escribir la gran novela americana”.

         Esa noción pedorra (y, pongámonos serios, imperialista) de América es la que viene a cuestionar Galeano. Pero más que criticar, lo que propone el escritor uruguayo es un nuevo paradigma de lo americano. Y su respuesta es contundente: Memoria… es, precisamente, la gran novela americana que tanto reclaman los críticos.

Más aún: Memoria… es el gran relato americano. Llamarlo “novela” sería desconocer el carácter experimental y de ruptura con que Galeano eligió contar la historia del continente. Galeano crea un nuevo lenguaje para un nuevo mundo. Un lenguaje que los aduaneros del lenguaje, como él los llama, no ven o no quieren ver. Tal vez el hecho de estar demasiado pendientes de saber quién será el próximo best seller cool japonés no los hace ver la magia de este maestro oriental de Montevideo. Allá ellos. 

Publicada originalmente en revista Mu, marzo de 2010.