MIS CANCIONES

La canción ante todo. Cantar, escribir, cantar lo que escribo, cantar lo que otros escriben, cantar. Hasta el estribillo, siempre.

Siempre me gustó cantar. Y pronto descubrí que cantar era una forma de ser otras personas, de transformarme, de escaparme de lugares que no me gustaban. Cantar me parecía una cosa tan natural que no podía creer que alguien se dedicara a eso. Que fuera una salida laboral.

No es que en mi casa descartaran el canto como una opción de vida y de trabajo. No, era yo el que no me creía mucho el asunto. Y ni siquiera es que no me lo creyera porque desestimara el canto. Al contrario.

Siempre consideré al canto como algo

tan constitutivo de mi existencia, como un recurso tan propio de mi vida y de mi manera de expresarme, que pensaba que a todo el mundo le pasaba lo mismo. 

En casa no sólo no me cortaban ninguna posibilidad, sino que me alentaban. De chico, mi mamá y mi papá me mandaban a coro, porque decían que no podía ser que con lo que me gustaba cantar, no cantara más. Más tarde estudié guitarra, aprendí un poco de solfeo, pero como tantas cosas en la vida, me costó unir algunos puntos. 

Con el tiempo me di cuenta que la poesía y la canción son cosas muy parecidas. No sólo eso: que si la poesía es algo que a priori es visto como elitista o con una llegada a un público limitado, la canción resulta la venganza de la poesía.

Por eso, la canción. Siempre, la canción.

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