POEMAS

En el poema está toda lo que me apasionó por la escritura desde el momento en que empecé a escribir. La poesía se fue volviendo, con el tiempo, un territorio más profundo, más abarcador de un montón de discursos y sentimientos que me atraviesan y me constituyen. Pero nunca dejó de tener la sorpresa, ni la musicalidad, ni el misterio que sólo se pueden encontrar en el juego. La poesía es un juego que cada día me divierte más.

LIBROS EDITADOS

Empecé a escribir porque quería escribir poesía. Y después me dediqué al periodismo porque me quería ganar la vida escribiendo. Y sabía que nadie se gana la vida escribiendo poesía.

En los años 90, cuando escribí para el semanario cultural La Maga (y más tarde, en la revista Humor), pensé que poesía y periodismo eran irreconciliables. Y me entregué al oficio periodístico, intenté aprender todo de grandes maestros (Eduardo Rafael, Carlos Ulanovsky, Julio César Petrarca, Carlos Ares, Tomás Sanz, Gloria Guerrero, Aquiles Fabregat) con los que tuve la suerte de trabajar. Pero la poesía quedó relegada.

Seguí escribiendo poesía. Siempre escribí poesía. Pero siento que hubo un momento en la que salí de una clandestinidad autoimpuesta. Y me asumí poeta. 

La palabra poeta puede sonar demasiado grande. Digamos, entonces, que asumí que el ejercicio de la poesía era también un oficio, un trabajo no remunerado pero indispensable. Y así publiqué mi primer libro, autogestionado, que se llamó Bueno, Zaire.

Desde entonces entendí que poesía y periodismo no eran cosas tan irreconciliables. O que al menos no lo eran la forma en que yo entendía el periodismo y la poesía. 

Tal vez lo que sucedía era que aquello que me apasionaba de la comunicación tenía más que ver con las artes visuales, con el conceptualismo y con ciertas formas poéticas que me apasionan tanto como el soneto, la décima, el romance o el verso libre. Cuando descubrí esto me di cuenta de que puedo vivir sin periodismo, pero no sin poesía.