MÁS PERIODISMO

Un repaso y algunas historias sobre los medios en los que escribí como periodista gráfico. O algo así.

El Guardián (2012)

La revista El Guardián apareció en 2003 como un pasquín inmundo, de esos que parecen armados desde un despacho de los servicios de inteligencia. Aquel tabloide duró poco tiempo y fue francamente olvidable. Me sorprendió cuando, en en 2011, su dueño, el empresario Raúl Moneta, decidió relanzarlo como revista de interés general con un especial foco en la política. Y más me sorprendió cuando su director periodístico, Daniel Capalbo, me convocó para escribir una columna.

La revista era una versión kirchnerista light de Noticias. Y tenía muy buenos columnistas y periodistas en general. Les propuse hacer PENSAMIENTOS INCÓMODOS, la sección que yo quería desarrollar tras la censura que sufrí en La Mujer de Mi Vida, donde me convocaron para escribir sobre ese tema y después no me publicaron el texto, pues dijeron que era muy incómodo.

Escribí durante unos meses, hasta que hice una columna sobre McDonald’s y la empresa de comida rápida amenazó con quitar la publicidad que tenía en la revista y en todo el grupo de radios (Metro, Rock&Pop, Splendid, Belgrano) que en ese momento eran propiedad de Moneta. Un Moneta que se vio obligado a elegir entre la pauta de McDonald’s y mi columna. ¿Y a que no saben qué paso? Sí, acertaron: no escribí más en El Guardián. Pero no saben lo lindo que fue mientras duró. 

Rolling Stone (2002-2004)

No nos habíamos llevado bien con Víctor Ghitta, entonces director periodístico de Rolling Stone. Nos conocimos en la redacción de Humor, en la calle Venezuela. La redacción de Rolling Stone se reunía allí pues la RS la editaba Ediciones de la Urraca, la editorial que también editaba Humor. Con Víctor nos peleamos mucho al comienzo. Más bien diría que no nos soportábamos. Era una cuestión más bien de prejuicios: yo no soportaba lo que él representaba y él no soportaba lo que yo representaba. O al menos lo que creíamos representar, porque casi no nos conocíamos. Pero no nos llevábamos bien.

Cuatro años después de la aparición de Rolling Stone (y de mi paso por La García), Víctor me llamó para escribir en SU revista. Por un hecho bastante fortuito: se había muerto Ricky Espinosa y no sabía quién podía escribir. Como sabía que yo lo había entrevistado, que había estado en la casa y en el camarín de Cemento, me propuso escribir. Y pudimos encausar una relación que parecía destinada al fracaso. 

Para mí, escribir en Rolling Stone fue un hecho consagratorio. Y al mismo tiempo, la certeza de que el periodismo debía ser otra cosa para mí. Si es que el periodismo seguía representando algo. Hubo tres notas fundamentales: la tapa con Catupecu Machu (mi primera tapa y también la primera tapa de ellos, de esa gran banda de rock), la tapa de Bersuit Vergarabat y, sobre todo, una entrevista que no fue tapa, pero que fue clave para mí: Intoxicados y Pity Álvarez, en la que Pity cuenta por primera vez que fuma paco. No sólo eso: fumó delante de mí, en la sala de la banda, en el barrio Piedrabuena.

Acá les dejo esas y algunas otras de las notas que escribí para la edición argentina de Rolling Stone.

Tres Puntos (1999-2002)

Yo era un ignoto obrero del periodismo con tendencia al trazo grueso cuando Marcos Mayer me convocó para escribir en Tres Puntos. Hasta ahí, nada raro. Lo raro es que Marcos (un editor finísimo, un tipo de gustos refinados) me mandaba notas extrañas, le gustaba mi punto de vista y me ponía a delirar sobre personajes bizarros. Aquello fue algo muy importante en mi vida: sentía que me empezaba a soltar, que los límites entre periodismo y literatura se volvían felizmente difusos. Sí, definitivamente: Marcos fue un tipo clave en mi vida, y es un placer poder decírselo por acá.

Humor (1997-1999)

En 1997 entré a la redacción de la revista Humor. Humor ya no era ni la sombra de lo que había sido. Pero la revista había sido tan importante en mi vida que para mí fue como salir de gira con los Rolling Stones. 

Mis viejos compraron Humor desde que salió. En mi casa se leía Humor desde el fin de mi infancia y el comienzo de mi adolescencia. Y para mí fue revelador saber que algo que les gustaba a mis viejos me podía identificar tanto a mí. Me gustaban los chistes, sí. Pero me devoraba las columnas de Dolina, las de Sanz, las de Fabre, las Páginas de Gloria, las historietas, todo. 

En el 97 Humor agonizaba. Pero pude compartir redacción con Gloria Guerrero, con Aquiles Fabregat, con Tomás Sanz, con Hugo Paredero, con Lila Pastoriza… gente maravillosa, grandes maestros, un lujo infinito. Mi paso por la redacción de la calle Venezuela seguramente no significó gran cosa para la grandísima historia de Humor. Pero sí significó muchísimo para mi modesta historia personal. Sin Humor, yo no sería el mismo. Fuera de joda.

La Maga (1991-1996)

En septiembre de 1991 apareció La Maga, por entonces un quincenario cultural, estructurado como un diario. En lugar de Política, Internacionales, Sociedad, Deporte y Espectáculos, las secciones eran Música, Cine, Literatura, Teatro y Artes Visuales. 

La editaba TEA y la dirigía Carlos Ares. Yo arranqué como colaborador en el número 1 (convocado por Sergio Ranieri) y a partir del 2 ya formaba parte del staff. En marzo de 1992, La Maga empezó a salir semanal. Y así siguió hasta que me fui de la revista, en diciembre de 1996. 

En La Maga aprendí todo el oficio periodístico. O llevé a la práctica todo el oficio periodístico que había aprendido en TEA. Fui redactor, me encargué de investigaciones (cuando la revista comenzó a meterse en temas más políticos, generalmente de política cultural, pero siempre con un fuerte sesgo antimenemista), fui editor de dos secciones (Cine y Música) y llegué a ser Secretario de Redacción. 

Además, tuve la oportunidad (y el placer, y el honor) de entrevistar a gente muy admirada: Leonardo Favio, Osvaldo Soriano, Osvaldo Pugliese, Adolfo Aristarain, Jaime Roos, Fito Páez, Roberto Goyeneche, Lalo Schiffrin, David Byrne, Hermeto Pascoal y un larguísimo etcétera. Tuve el honor de hacerle la primera entrevista importante a una cantante admiradísima que luego se consagraría como una artista muy popular: Adriana Varela.

La Maga la dirigía Ares (salvo un tiempo en que la dirigió otro periodista querido y admirado: Carlos Ulanovsky), pero el resto de los editores y responsables de la publicación éramos gente de entre 20 y 28 años. Creo que allí se gestó no sólo el deseo de la autogestión y de la independencia: también se cristalizó la idea de que aquello era posible y aprendí cómo era que había que llevarlo adelante.

En 1996 sentí que mi ciclo en la revista estaba cumplido. Un cambio de dueños (y de dirección periodística) terminó por hacerme ver que la cosa no daba para más. Cuando los directivos decidieron abrir una lista de retiros voluntarios, me fui. Y me fui con el mejor de los recuerdos, con una gratitud enorme y con la certeza de que si no me hubiera tocado estar al lado de grandes maestros (Julio Petrarca, Eduardo Rafael, Juan José Panno, además de Ares y Ulanovsky) mi vida periodística tal vez no hubiera existido. Y sin un grupo de gente con la que después me embarqué en montones de proyectos, seguramente tampoco.

En 2000, mientras hacíamos La García, Ares decidió volver a lanzar La Maga, de manera fugaz. El destino de La Maga estaba esta vez atado al de La García, por lo cual dirigí las dos revistas al mismo tiempo. Y aunque aquello duró sólo algunos meses, hice algunas notas muy lindas, como una entrevista a León Ferrari y la primera nota extensa que se le hizo en la Argentina a Jorge Drexler.

La Maga fue, sin dudas, la revista en la que me hice periodista. 

Colaboraciones (1992-hoy)

Colaboré en montones de lugares escribiendo sobre los temas más diversos. Uno de los temas sobre los que escribí mucho en La Maga fue la historieta. Como dibujante frustrado y lector compulsivo, me interesaba mucho el tema. Fue así que me llamó Juan Lima para escribir en una publicación fugaz de Ediciones de la Urraca, la editorial que sacaba Humor entre muchas otras publicaciones. La revista para la que escribí se llamaba Raf y duró pocos números. Pero fue mi primera entrada en La Urraca. Y mi primer contacto con quien había sido co-fundador de una revista que, como lector, me marcó profundamente: Fierro.

Como “especialista” en historietas (así, con comillas, porque nunca fui especialista en nada) tuve el placer de que un día me llamara el gran guionista (y gran tipo) Carlos Trillo para laburar con él. Trillo editaba por entonces (principios/mediados de los 90) una revista llamada Puertitas. Y me ofreció escribir una columna. Escribí un tiempo para Puertitas y pude tener charlas hermosas con Trillo, un capo. Para esa época también colaboré con una revista mexicana de historietas: El Gallito Inglés

En 1997 escribí para la revista Mix, un mensuario de música, donde realicé una nota emblemática para una banda que me encanta: Los Auténticos Decadentes. 

En los 90 también escribí algunas notas para Página 12. Y ya en 2002 fui colaborador del No, suplemento joven de Página 12.  

En 2005 hice una extensa entrevista al admiradísimo artista León Ferrari para la revista colombiana Gatopardo

Por esos años hice también dos entrevistas hermosas (con personajes hermosos) para la edición argentina de Playboy: Fernando Peña y Leopoldo Federico. 

En la primera década del siglo XXI escribí para una bella revista catalana de músicas del mundo, llamada Sons de la Mediterrànea. Hice algunas notas sobre tango y hasta escribí una letra de un tango que después musicalizó Marcelo Mercadante (Més que un crack) como encargo para un número sobre la relación entre el tango y la ciudad e Barcelona.

Entre 2009 y 2010 escribí columnas para el semanario Miradas al Sur, convocado por dos grandes periodistas: Eduardo Anguita y Eduardo Blaustein.

Inicios (1989-1991)

Empecé a estudiar periodismo en TEA en marzo de 1989 y a los dos meses estaba laburando. Mi primer trabajo fue doble: en una revista de televisión por cable, y en una turística sobre Buenos Aires. 

Era plena hiperinflación y, gracias al cambio favorable, el turismo funcionaba bien. Yo me la rebuscaba para hacer notas con cosas que más o menos me interesaran. Y cobraba en dólares. No mucho, pero bastante para un pibe de 21 años que recién arrancaba. Más que como cadete o vendiendo tarjetas de crédito, mis dos trabajos anteriores. Y me divertía más. Así arranqué.

Un año después, en TEA me ofrecieron hacer una pasantía en Perfil. Podía entrar a Noticias o a Semanario. Y elegí Semanario. Allí hice de todo: desde entrevistar a un pai umbanda brasileño hasta hacer horóscopos. También me daban una foto y me decían: “Escribí 20 líneas sobre esto”. A veces me decían dónde y qué había ocurrido, y yo inventaba el resto. Otras no me decían nada e inventaba todo. Era un laburo casi literario. Me divertía mucho.

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