VÍCTOR HUGO MORALES, CLÁSICO Y MODERNO

Clásico y  moderno. Popular y erudito. Uruguayo y argentino. Víctor Hugo Morales es un zurdo oficialista en Radio Continental y es un liberal librepensador para las mentes más cerradas del oficialismo. Un pueblerino de Cardona y un cosmopolita de Montevideo, Buenos Aires, París o Nueva York. Un uruguayo frenteamplista y un argentino de centroizquierda que comprendió que todo en esta Argentina que lo adoptó como suyo pasa por ese engendro, esa fe, ese universo, esa masa gelatinosa, ese sentimiento llamado peronismo. No, Víctor Hugo no es peronista. ¿Cómo va a ser peronista si es uruguayo? Pero a pesar de ser uruguayo, Víctor Hugo no es gorila. Víctor Hugo piensa, reflexiona, hace una pausa, le esquiva a la máquina de hacer chorizos. Pero lo hace desde el centro de la escena, desde el mismo corazón de esa máquina de generar relatos pedorros. Por eso su voz es inevitable cuando se trata de hablar del periodismo, de esa forma de construir relatos que tal vez ya no exista. Por su reflexión y por su amplificación. Como Los Beatles, Víctor Hugo es popular y exquisito. Y como a Los Beatles, a Víctor Hugo hay que escucharlo con mucha atención. Una y otra vez. 

–No es que me interese especialmente hablar de la Ley de Medios. Pero tengo la sensación de que, aunque la ley está muy bien y más allá de lo que suceda con la implementación, el gran triunfo de la ley es el debate que generó: el de instalar quienes son los medios y qué intereses defienden. ¿Vos cómo lo ves?

–Claro, el triunfo de la ley de medios ya está garantizado porque se han caído las caretas de los medios, y también de algunos coroneles o generales de los medios.

–¿Y qué creés que pasó después de la caída de esas caretas? ¿Cuál fue la reacción?

–Por ahora están huyendo hacia adelante. Es patético lo que siguen intentando. En vez de replegarse y tratar de convertirse en elementos más sobrios de información o de ir sacando y acotando las caras más visibles y repudiadas por la gente, están cada vez más apuntalando a esos coroneles. Quizás porque piensan que son los únicos rostros que tienen una cierta credibilidad para defender sus intereses. La única forma que tienen de recuperarse es que los que hacen negocios con los diarios, los interesados en ser empresas de 3 mil millones de dólares pero no creíbles, digan “somos empresas de menos potencial, pero recuperemos la credibilidad”.

–¿Creés que van a poder o que lo van a intentar?

–Y, para esto necesitan poner periodistas al frente. Difícilmente puedan ser los mismos que tienen ahora, porque a ellos les va a costar muchísimo recuperar la credibilidad. Habría que hacer una especie de culturización de la gente diciéndole “mire estas dependencias de los periodistas independientes”. ¿Por qué nadie está hablando enfáticamente de lo que pasa con los celulares? Porque vos mirás los programas de cable de los conductores de las grandes firmas, y son el gran secreto de porqué no son independientes, y porqué la única independencia que tienen es con el Gobierno. Las empresas a las cuales les venden una publicidad miserable, están pagando protección. La protección que esos periodistas les dan, no mencionándolos nunca en los medios donde sí importa lo que dicen. Que son los grandes medios. Esta etapa del periodismo, por donde la tomes, es una vergüenza.

–¿Cómo te sentís vos en medio de todo esto? Por un lado, da la sensación de que estás mucho más politizado, como que la gente te ve más politizado. Pero por otro, vos siempre estuviste en contra de Clarín y de Torneos y Competencias. Eras el paria más ilustre y más notable entre todos los parias que luchaban contra el monopolio del fútbol, por ejemplo. Y esa fue siempre una actitud muy política de tu parte.

–Yo ahora voy a empezar a publicar algunas páginas de un librito que yo escribí que se llama “Un grito en el desierto” que es el mayor orgullo de mi vida. Fue escrito en el año 97, en el apogeo de mi vida económica. Ese libro es tan fuertemente político como difícilmente se pueda escribir una cosa tan política concentrada. Es una cosa visceral de rechazo a lo que ocurría en los 90. Lo bueno es que te aseguro que nunca volveré a ganar lo que ganaba en esa época. Es extraordinario, una mentira de la que salí beneficiado.

–Disculpame, me expresé muy mal. Dije: “la gente te ve más politizado”, y eso de “la gente” es un clarinismo bochornoso.

–Claro, debiste decir “Ahora salieron a decir…” (RISAS)

–“Cada vez mas gente cree que Victor Hugo se politizó.”

–¡El daño que le han hecho al periodismo!

–Y a la lengua castellana… porque está bien poner el foco en lo contenido, en lo político. Pero también en la forma: hablemos de sujeto y predicado. Eso es tan jodido como lo otro. Pero volvamos. ¿Entonces no te sentís más politizado?

–Yo admito, y no refuto lo que decís, que para mucha gente es una novedad. Es una jugada en contra en que la gente que no sabía, que era la mayoría, porque los que sabían que yo me peleaba con estos tipos eran los que estaban en el entorno. Pero la audiencia de un programa como el de la mañana no sabía que yo peleaba desde toda la vida con Clarín. Entonces encuentra que de buenas a primeras el tipo que se mantuvo confrontativo con el gobierno por el tema del campo durante un año, el tipo que pataleaba por la fusión de cablevisión y multicanal, cuando estalla este tema del Gobierno y de Clarín, le estalla la cabeza a favor. Yo por un tiempo fui comprensivo de eso y después, por suerte se produjo un cambio de audiencia.

–¿Cómo te ves hoy respecto de lo que pensabas durante el conflicto del campo?

–El tema del campo para mi era una lectura materialista de un juego de intereses. En ese juego estaba muy desafectado el campesino chico. Y el tratamiento igual a los desiguales para mí –de pequeñas lecturas de Marx– me parecía injusto. Con ese tema y con la íntima calentura de que en diciembre de 2007 Kirchner le firmó Cablevisión y Multicanal, además de recibir a Grondona y Carlos Ávila bajo palio en la casa de gobierno: las cosas que dijimos acá eran para ir presos. Toda esa combinación, el tipo me escuchó decir una cosa y de repente viene el tema de las AFJP –que es un tema muy sensible a cualquier persona de centroizquierda–, el fútbol para todos y la ley de medios: yo quedé inyectado de aquel tipo que había tenido determinada posición. Entonces la gente no lo asimiló.

–Cuando hicimos el número de la muerte de Kirchner en Barcelona hubo mucha gente kirchenirsta que se quejó. Resulta que hicimos un balance de Kirchner en Barcelona, y nos dijeron que le pegábamos mucho. Ahí nos dimos cuenta de que criticamos mucho más a Nestor que a Cristina, porque en ese momento Clarín estaba con Nestor, y nosotros siempre estuvimos en la vereda del frente de Clarín. En cambio con Cristina no fuimos tan duros porque estuvo en contra de Clarín. Y nuestra conclusión fue: podemos apoyar algunas cosas del Gobierno y criticar otras, pero lo que tenemos claro es que siempre vamos a estar en contra de Clarín.

–Para mí Clarín es el principal cáncer moral del país. Yo hace 15 años que lo digo por lo del fútbol, pero yo detesto a Clarín desde el primer año que estuve aquí. ¿Sabés qué es lo que más detestaba? Que no sabía lo que era Clarín. Yo sé lo que es La Nación, sé lo que es Página 12, pero no sé lo que es clarín. Negoció con el que sea y siempre se presentó como un diario que no tenía ideología. Clarín fue vanguardia y bandera del supuesto fin de las ideologías, cuando las ideologías estaban más vivas que nunca.

Bueno, pero ahora eso suena lógico y en los 90 sonaba medio raro. Recuerdo que al año que salió Barcelona, vino un tipo que quería abrir una radio y nos llamó para hacer algo. Yo le dije “nosotros no queremos hacer chistes, nosotros queremos bajar linea”. El tipo quedó espantado, no hablamos nunca más. De repente veo que hoy vos tenés un programa de televisión que se llama Bajada de línea. Eso si que era inconcebible hace un tiempo. Bajada de línea era una cosa de la que no se podía hablar, como no se podía hablar de periodismo de periodistas, o sobre periodismo en los medios masivos, era una cosa tabú que no se podía hacer. ¿Cómo fue que se volvió natural que un programa se llame Bajada de línea?

–No lo sé. Pero la discusión se empezó a vivir con más naturalidad, y a importar menos los jirones que uno deja en el camino. Yo dejo jirones, porque qué defensa puedo tener cuando Clarín me pone entre lo que el gobierno paga para generar votos a su favor. Ante eso, vos te asustas y te replegas, o lo tomas con naturalidad y decís “¿quién carajo soy yo para pretender la unaminidad?”. Yo he pasado con circunstancias y gente a la que no he llamado más ni quiero sentarme con ellos porque me van a hinchar los cocos. Además deben estar enojados conmigo. Porque lo más difícil que rompí en este tiempo, fue la pertenencia social.

–Hablamos del pasado y del presente. ¿Como ves esto de cara al futuro? Un pibe que empieza a estudiar periodismo, ¿qué hace?

–Un periodista tiene que trabajar donde pueda. Porque hay muchas maneras de hacer periodismo que no son necesariamente las de dar una opinión. Ahora están más advertidos, un pibe no te puede decir que no sabe ahora lo que no sabíamos nosotros, porque estas cosas no se discutían en otros tiempos. Pero los pibes están alertados de qué es lo que se está discutiendo en el país. Entonces, si te toca trabajar en Clarín hay enormes posibilidades de hacer periodismo y trabajar sin vender tu alma. Yo diría, como consejo o sugerencia, por la experiencia personal: lo que vos sos a los sesenta años no está tan fuertemente independizado de lo que hacés a los veinte. Hay una continuidad. Yo no soy para nada una persona para nada que le dice al pibe que no trabaje en Clarín. Yo todavía le digo a los muchachos que trabajen en donde puedan. Pero que sean lúcidos, zorros, vivos.

–Está bueno esto que decís. Sobre todo cuando desde ciertos medios oficialistas se pretende estigmatizar a todo aquel que labura en Clarín…

–Hay que defender la cosa del laburo. Porque ese tipo, el día que pueda salir de Clarin –si no vendió su alma al diablo– va a salir purísimo para hacer buen periodismo en otro medio, o en su propio medio. Hay que estar en Clarín, si te toca, como vivíamos nosotros en la dictadura: con un poco de ingenio.

–Por favor, contame cómo te fue en la dictadura, cómo era laburar entonces.

–Yo nunca le tiré una bala a un militar, ni siquiera una piedra en la cabeza: simplemente no les pertenecí. Y de vez en cuando pude cometer una travesura. Cuando se dan cuentas te llaman, vos pedís disculpas y decís que no te diste cuenta. A mí me pasó 3 ó 4 veces. Una vez un pibe metió dos goles jugando para Defensor contra Nacional. Yo era el relator. Al terminar el partido se le pasaba los goles a los que lo habían convertido. Viene Filipini, se pone los auriculares y charlamos un rato. Le hago escuchar los goles y el tipo dice “le quiero dedicar estos goles a mi hermano y a sus compañeros que están presos en el penal de Libertad”. Y yo le digo “con mucho gusto, muy bien recibido ese saludo”; y algo más, pero no me quiero poner demasiado heroico. Al otro día, citación. Fuimos al Prado –barrio de Montevideo donde estaban los militares– a las 11 de la mañana y me atendieron a las 3 de la tarde. Fueron cuatro horas en donde no sabía que miércoles te iban a hacer. Entré y me atendió un mayor. Puso un viejo grabador y salio la grabación del reportaje. Me dice: “¿qué significa esto?”. Le digo: “Nada, uno no sabe bien lo que dice cuando termina un partido, es como si se lo hubiera dedicado a su mamá o a la repostera de la esquina, yo los saludos los apoyo siempre”. “No”, me dice, “Usted me va a entender bien: tarjeta amarilla”. El ingenio que se puede tener para estar en dictadura más o menos en paz con tu conciencia, se puede tener si uno trabaja en Clarín o en La Nación. Yo no le diría a ningún pibe que trabaje en tal medio porque sino es un tipo que le está vendiendo el alma al diablo. Vos hacé periodismo donde puedas, crecé y sé lúcido. Después la vida te irá ubicando en el lugar que te corresponda.

–¿Cómo te cae el término “periodista militante”?

–Yo respeto. Toda la vida un periodista ha sido militante, no es ningún descubrimiento. El periodista de La Nación, fue un periodista militante –para decirlo de la manera más suave– del liberalismo más puro de los 90. El periodismo siempre es militante.

–Es interesante lo que planteás, porque deja al descubierto cómo hay determinadas palabras que se utilizan sólo en una dirección y para referirse a un solo aspecto del asunto. Como ocurre con “inseguridad”, por ejemplo. Y en el caso de “militante” pasa como con el arte político. Si uno piensa en “arte político” piensa en Goya, Diego Rivera, en George Grosz, en algunas cosas de Picasso, en Berni… o sea, en gente de izquierda o que denuncia las atrocidades del poder. Pero no se piensa en los pintores que pintaban a los monarcas y a los papas, cuando eso también es arte político, muy fuertemente político.

–Por supuesto, porque además vivian con los papas y con el rey. Velásquez, pobrecito, vivía con Felipe para pintarlo. Cobraba un sueldo y todo: vivía de la monarquía.

–Con lo de “periodista militante” pasa lo mismo: sólo es militante quien está en un espacio de izquierda, ligado o no al Gobierno.

–Yo diría que en este momento, definirse como militante oficialista, es un paso generoso. Si yo estuviese de acuerdo 100% con el gobierno, por la latente posibilidad de que no quisiera tragarme sapos, no aceptaría de ninguna manera que estoy a favor del Kirchenirsmo. No me siento kirchnerista, aunque quizás sea nada más que el deseo de preservarme. Preservarme es una forma de “no generosidad”. Como la que sí puede tener un tipo que siempre creyó en esto, que cada vez que escribió una nota y habló con radio lo hacía para que ocurriese esto. ¿Qué carajo va a hacer afuera de esto en lo que siempre creyó? A esos tipos los respeto y los veo generosos. Es un paso que no voy a dar, por egoísmo. Así que respeto que alguien diga “periodismo militante” pero con una aclaración: el término es nuevo, la realidad es de toda la vida.

–¿Cómo queda entonces la relación entre la política y el periodismo? ¿Una cosa depende de la otra? ¿Importa la política y no tanto el periodismo? ¿Debemos admitir, finalmente que el periodismo es una herramiento política?

–Ante todo somos animales políticos, lo sepamos o no lo sepamos. Estamos inmersos en eso. Hasta los personajes más menores y despreciables de la farándula también participan muy fuerte en política. Quizás no lo sepan, o no están advertidos, o lo saben y se hacen los sotas. Todo lo que hacemos es política. Todo lo que intenta modificar hacia un lado o hacia el otro la sociedad que integramos es política: una obra de teatro, un libro, un diario. Mi programa es intensamente político hasta cuando no estoy hablando de política. En la manifestación estética estas hablando de política. La estética es parte de la política, el apoyo que tengas o no a los valores culturales es una forma de decir “quiero un mundo que se acerque más a lo cultural y salga de la chacota”. ¿Cuándo no estás haciendo política? Tenemos que asumirnos como animales políticos, y no asustarnos.

Publicada originalmente en revista Mu, diciembre de 2010.