CEO

Sigla que, en inglés, significa Chief Executive Officer. El término se utiliza en castellano (y en particular en la Argentina) para designar a un director ejecutivo o director gerente de una gran compañía o empresa. Es decir, alguien con alto poder de decisión, con el escalafón más alto en la cadena de mandos, pero que no es dueño de esa empresa o compañía, que por lo general es transnacional o una gran corporación. Aunque no es dueño, el CEO puede ser accionista, de acuerdo al grado de injerencia que tenga. La irrupción de varios ex CEOs de distintas empresas al frente de distintos ministerios hizo que desde la oposición se calificara al Poder Ejecutivo que los nombró como “Gobierno de los CEOs”. Algo que, desde esa oposición, sirve como descalificación, pero no es visto como un gesto agraviante por parte del oficialismo. ¿Qué tiene de bueno y qué de malo que un CEO esté al frente de un ministerio? La pregunta puede parecer obvia si todo funcionario que no es CEO se dedicara a defender los intereses populares antes que los de las corporaciones. ¿Pero qué ocurre si así no fuera? Puede pensarse, por un lado, que si un ministerio va a defender los intereses de esas empresas antes que el de los consumidores, siempre es mejor que al frente esté alguien que es parte de esa empresa y no un intermediario que hace negocios con esa empresa. Ese argumento es claramente favorable a los CEOs. Por otro lado, puede argumentarse que siempre es mejor un político, aún uno corrupto, que un CEO. Porque el político, por más corrupto que sea, siempre va a depender de la voluntad del electorado. Y que sólo ese hecho hace que no pueda beneficiar sólo a las empresas: algún beneficio tendrá que tener con la población, caso contrario será castigado en las urnas y perderá su única posibilidad de acercarse al poder. A diferencia del CEO, que siempre defenderá sólo los intereses de las empresas, porque allí está su poder, tanto económico como político. Este es un argumento claramente favorable hacia quienes repudian a los CEOs. Es de destacar que CEO es una término de uso cotidiano muy reciente. Hace unos años, para eso mismo se utilizaba la palabra “gerente”. CEO comenzó a usarse de forma exclusiva en el lenguaje empresarial, al mismo tiempo que “coaching” sustituyó a “entrenamiento” o “marketing” a “imagen”. El término fue ganando aceptación popular a partir de la difusión en medios, primero económicos y luego de interés general. Y logró su momento de mayor popularidad con la mencionada llegada a los ministerios de varios CEOs. Esto generó controversias, no sólo por el hecho en sí, sino también por la incompatibilidad de funciones en la que incurrieron algunos funcionarios que seguían siendo accionistas de las empresas a las que, como ministros, debían reglamentar. La popularidad de la palabra CEO coindide también con la celebración de algunas festividades propias del mundo anglosajón, como Halloween, San Patricio y San Valentín. Hace un par de décadas, en la Argentina, el término CEO era conocido por ser el seudónimo del humorista gráfico Eduardo Omar Campilongo, uno de los artistas más destacados de la mítica revista Humor. Como CEO firmaba todas sus obras, entre las que se destaca la historieta “La clínica del doctor Cureta”, creada por el guionista Jorge Meijide (Meiji) y con dibujos del mencionado CEO. Esta versión del CEO dibujante es contemporánea el momento en el que PC significaba Partido Comunista y no Personal Computer.