Término despectivo con el que los hombres se refieren a las mujeres con “carácter fuerte”. Es decir, quienes no obedecen el mandato masculino y logran descollar en tareas en las que hasta hace algunos años (el fenómeno se viene revirtiendo, aunque lentamente) sólo mandaban los hombres. La palabra tuvo un resurgir político muy marcado en los últimos años, pues muchos opositores al Gobierno Nacional la eligieron como epíteto para definir a la Presidente de la Nación. Algunos, inclusive, le agregan al “yegua” el término “montonera”. Y aunque la presidenta no sea ni una cosa ni la otra, semejante desmesura y desatino no hace más que fortalecer la imagen presidencial, en un rubro muy paradójico: por un lado, la presidenta es una mujer e impulsó desde el discurso algunos cambios pequeños pero significativos; por otro, estos cambios discursivos no fueron acompañados por políticas concretas. Fueron más los spots televisivos y las campañas llamando a denunciar la violencia hacia las mujeres, que el presupuesto para que haya gente atendiendo esas llamadas. Inclusive se aprobó una ley muy progresista de asistencia a las mujeres víctimas de violencia. Pero nunca se implementó ni se asignó presupuesto para hacerla cumplir. De todos modos, el término yegua sigue siendo un insulto machista absolutamente despreciable.