Número que remite al número de desapariciones que hubo durante la última dictadura cívico-militar-religiosa del siglo XX en la Argentina. El número es simbólico, pues no se tienen precisiones al respecto. Y si no se tienen precisiones es porque nunca nadie abrió los archivos secretos de los militares sobre la gente que secuestraron, torturaron y mataron. El único número que se tiene está basado en las denuncias que recibió la Comisión Nacional para la Desaparición de Personas (CONADEP), conformada en 1984. El hecho de no tener en claro cuál es el número exacto del número de desaparecidos, hizo que muchos pusieran en duda los 30 mil de los que siempre hablaron los organismos de derechos humanos y demás gente que reclamaba (y reclama) justicia. Y la gente que discute ese número lo hace para intentar relativizar no sólo el número, sino el grado de violencia que tuvo la dictadura. Y, por ende, el grado de castigo que deberían recibir en la justicia sus responsables. En general, quienes ponen en duda el número 30 mil, inmediatamente completan la frase aclarando “ojo, igual está mal aunque sido sólo una persona”. Se trata de una defensa similar a la que esgrimen las personas que hacen un comentario antisemita y luego agregan: “Ojo, yo tengo un amigo judío”. O a quienes justifican el abuso sexual de menores o las violaciones y rematan con un: “Ojo, yo tengo una amiga feminista que está en el Ni Una Menos”.