Utopía irrealizable que se presenta como algo posible y viable. Básicamente, el progresismo pretende ser la cara seria, realizable y con posibilidades reales de llegar al poder, que tiene la izquierda (ver). O, dicho de otro modo, lo más a la izquierda que puede tolerar la sociedad como fuerza capaz de gobernar un país. Pero es tal la cantidad de gente que se asume como tal, que el papel del progresismo, a diferencia de la izquierda más pura y dura, queda un poco desfigurado. Sin embargo es cierto que el progresismo ha llegado varias veces al Gobierno, como también es cierto que el progresismo se ha diferenciado (y mucho) de la izquierda. Tanto se ha diferenciado que lo que resulta más difícil hoy es saber diferenciar al progresismo de las posiciones más conservadoras, reaccionarias o ligadas tradicionalmente más a expresiones de derecha. Y esto no ha sucedido porque la derecha haya tomado discursos progresistas, sino más bien todo lo contrario. Aunque es justo aclarar que todo esto sería cierto sólo de comprobarse que aún existe algún vestigio de posicionamiento ideológico entre las fuerzas políticas que actúan en el país y en el mundo. Cosa que resulta cuanto menos muy dudoso.