lluvia de inversiones

Superstición permanente en la que reinciden todos los gobiernos del país. Consiste en imaginar grandes cantidades de dinero que llegarán para generar muchos empleos y recursos que se inyectarán en la economía doméstica para elevar el nivel de vida de la mayoría de la población. Como sucede con muchas otras creencias populares, su ilusión cumple su cometido y logra tener en vilo a buena parte de la gente, que sueña con un golpe de efecto casi mágico que cambie la suerte de su rumbo económico hogareño. En ese sentido se parece más al tipo de ilusión que tienen por lo general los adultos (dios, la independencia de poderes, no nombrar a determinados personajes considerados yeta, el fútbol, el periodismo) que a otro tipo de supersticiones que se van en cuanto se deja la primera infancia, como Papá Noel, el Ratón Pérez o los Reyes Magos, entre otros. El término “lluvia” expresa un optimismo importante, que lleva a imaginar a muchos unas inversiones fuertes, abundantes, insistentes y que dejarán marca. Sin embargo, quienes están pendientes de esta fe sin correlato en la realidad, seguramente se conformarían apenas con una leve garúa de inversiones, una llovizna y hasta una neblina de inversiones. Fenómeno meteorológico-financiero ligado a lo sobrenatural. Se trata, más bien de otra superstición con la que los candidatos han machacado durante largo tiempo a un electorado que, en su mayoría, cree que este fenómeno es o puede ser real. Inclusive entre los más escépticos, que pueden creer que esto no va a suceder, lo que hacen es lamentar que la Argentina no tenga las condiciones dadas para que suceda. Pero no cuestionan el planteo: es más, creen que si las condiciones económico-político-sociales fueran otras, tal precipitación de empresas dispuestas a generar empleo, reactivar el consumo y, por ende, lograr una notable mejoría en el nivel de ingresos de toda la población comenzaría a caer muy pronto sobre el territorio argentino. La lluvia de inversiones es la etapa superior de la superstición de las inversiones (ver). Y si bien la lógica es más o menos la misma, el hecho de sumar un fenómeno meteorológico hace que el asunto se vuelva mucho más exagerado y, por lo tanto, un poco más alejado de la realidad de lo que ya estaba la superstición original. Algo parecido a lo que sucedería si alguien hablara de “lluvia de Papá Noeles”: se trataría de un planteo ridículo e irreal, más ridículo e irreal que hablar de la existencia de Papá Noel. Lo cual no quitaría que pensar que existe Papá Noel es algo ridículo e irreal de por sí, más allá de la exageración del fenómeno climático agregado con posterioridad.