inversiones

Entelequia que, según mucha gente, sirve como modo de medir si el país funciona bien o mal. En la fantasía, las inversiones a las que se alude provienen de entes financieros que se la pasan observando el mundo, analizando qué países son serios y tienen garantías institucionales para instalar empresas. Siempre según esa fantasía, si los inversores deciden invertir en un país es porque las cosas funcionan correctamente. Es decir, se trata de uno de los “países serios” (ver). ¿Qué cosas son las que funcionan bien en los “países serios” para que vayan las “inversiones”? Eso varía mucho de acuerdo a quien lo enuncia. En los supuestos “países serios” puede haber pena de muerte; sistema ejemplar de salud pública; monarquía; despenalización del consumo de drogas; toque de queda y estado de sitio; aborto legal, libre y gratuito; ejército en la calle para “combatir el terrorismo”; recortes a las libertades individuales debido a “la presencia del terrorismo”; y un larguísimo etcétera. Sin embargo, nada de esto parece ser condición para la llegada de unas inversiones de las que no se tiene registro en ningún lugar del mundo. Porque, según la fantasía, las inversiones llegarían para crear empleo, lograr manufactura local, desarrollar el país y terminar con la pobreza. Cosas que, como puede comprobarse, no se ha logrado ni en los países serios ni en los otros.