expectativa

Variante algo más práctica pero igualmente ilusoria de la esperanza. La expectativa, en términos políticos, sociales y económicos, surge de la convicción de mucha gente de que un proyecto político tiene grandes chances de mejorar la vida de una gran cantidad de personas. Frente a un cambio de gobierno, luego de unos comicios, esta expectativa suele ser aún más alta. Lógico: se trata de darle una chance a quien se eligió en las urnas. Y cuando esa gran cantidad de gente considera que el gobierno saliente no hizo absolutamente nada bien, que perjudicó a la mayoría de la población y que es la encarnación del mismísimo demonio, la expectativa inevitablemente crece. A diferencia de la esperanza, la expectativa suele tener un mayor anclaje en elementos racionales. Al menos es lo que sucede en el planteo. Porque una cosa es la racionalidad y otra muy distinta la racionalidad aplicada a la política. La expectativa es parte del gran capital político con el que asume un gobierno luego del cambio de mando, y más luego de un cambio de color partidario. Pero es también un arma de doble filo, pues una gran expectativa puede ser también parte del comienzo de una gran decepción. Igual que con la esperanza. Pero, como fue dicho, con bastante más racionalidad.