dólar

Obsesión argentina. A pesar de tratarse de la moneda de los Estados Unidos de América, el dólar se transformó en un símbolo y una referencia argentina. Comparte ese privilegio con otros productos que, si bien tuvieron origen extranjero, se volvieron íconos nacionales gracias a su resignificación. El bandoneón, por ejemplo, de origen alemán, pero que encontró en el tango su máxima expresión artística mundial. O el fernet, un aperitivo digestivo italiano, que se resignificó en la Argentina cuando se volvió un trago, mezclado con gaseosa cola. Hoy hay más bandoneones en la Argentina que en Alemania. Y se consume más fernet en la Argentina que en Italia. Con el dólar no ocurre lo mismo: en los Estados Unidos y en muchos otros países del mundo hay muchos más dólares que en la Argentina. Sin embargo, aquí el dólar ocupa un lugar casi religioso, pues sirve como respaldo, como verdad y como certeza cuando la economía se vuelve caótica. El dólar se transforma en la única verdad, contradiciendo la idea de que la única verdad es la realidad. Todo se traduce a dólares en la Argentina. Inclusive los montos en euros, como las transferencias de los jugadores. Aunque el euro es más fuerte, en la Argentina se habla de dólares. El dólar funciona como mercancía de ahorro, como tabla de salvación, pero también como zona de referencia. Se sabe con certeza que un aumento del dólar significa aumento de precios, caída del poder adquisitivo, inestabilidad laboral y una suma de factores que indicarían que todo, más temprano que tarde, podría irse a la mismísima mierda.