DIEGO CAPUSOTTO HABLA DEL FASO

-¿Cuándo empezaste a fumar?

-¿Cuándo empecé a fumar qué? ¿Careta o…?

-Empecemos por el careta. Bah, supongo que habrás empezado por el careta, ¿no?

-Sí. Empecé a fumar Colorados a los 12 años. También fumaba los Big Ben mentolados…

-Qué sensación extraña la de fumar mentolados…

-El mentolado en principio es un cigarrillo muy poco elegante que tiene la trampa de parecerlo. Pero en realidad es totalmente despreciable. Para fumar puede ser la menta, pero para fumarla…

-Fumar un mentolado es como si estuvieras fumando un rubio y comiéndote una Billiken Mentol al mismo tiempo. O una Mentho Lyptus…

-Casi como un cigarrillo recomendado por un odontólogo. Uno tiene la idea de que está ingiriendo algún tipo de enjuague bucal más que un cigarrillo. Produce el efecto contrario al placer que te puede dar fumar un cigarrillo. Un placer que existe, más allá de la tontera de ser un adicto al cigarrillo, pudiendo ser adicto a otras cosas. Yo no soy adicto a las carreras de caballos, pero me parece más interesante que ser adicto al cigarrillo.

Pura paja

-¿Qué adicciones tenés?
-El cigarrillo, el alcohol… la paja, que es una adicción muy compulsiva. Ahora no tanto, porque tiene una estrategia también eso de estar mucho tiempo sin hacerse la paja para exacerbar la libido. Hay que manejarlo, es como el toxicólogo disidente. Hay que saber administrarlo.

-¿Y a dónde va esa libido que se acumula cuando pasa un tiempo largo sin que te hagas la paja?

-Queda acá y transcurre. Ya no me causa ningún tipo de obsesión neurótica, ni tengo ganas de apoyarme a alguien en un colectivo. Ya no. Supongo que tiene que ver con cosas que vos hacés paralelamente a la paja. Si te hacés la paja y además no estás haciendo nada, o trabajando 12 horas en una oficina, cuando no te la hacés probablemente esa libido vaya a algún lugar equivocado. Y cuando hacés cosas más o menos interesante hasta podés prescindir de la paja. Hasta podés hacer estrategias para no hacértela y en el momento de tener un encuentro sexual todo sea más satisfactorio.

-Pero, ¿existe una relación entre la falta de paja y la mejora en las relaciones sexuales? ¿Si no te hacés la paja tenés necesariamente mejor sexo? ¿O la paja pasa por otro lado y es un complemento?
-Y, la paja muchas veces es lo que no podés hacer, ¿no? Y te construís escenas que son muy satisfactorias, que probablemente en el plano de lo real no sucedan nunca. Digamos que como ejercitación no está mal. Siempre y cuando no te altere ni te confunda y no pases a tener una sexualidad compulsiva que te lleve a querer cojerte a alguien porque sí.

-¿Y con qué reemplazás la paja?

-Con lo que uno hace en la vida. Hay un montón de cosas interesantes… que no sé si son muchas. Pero son intensas. Supongo que lo que hacemos con Pedro (Saborido, coguionista y co productor general de Peter Capusotto y sus videos y Todo por dos pesos)… para mí ya juntarme con Pedro es un poco un recreo.

Las reuniones

-¿Cómo son esas reuniones con Pedro?

-Nos juntamos y tratamos de que aparezcan cosas que nos causen gracia. Después hay todo un trabajo que es más puntilloso, casi oficinesco: entonces Pedro va y pasa a un guión todo lo que se nos ocurrió. Y después yo le pongo el cuerpo. Pero es juntarse y que aparezcan los personajes. Además tengo un cuadernito donde anoto… que se va a vender en 20 años junto con la remera de Aníbal, de Calabró.

-¿Dónde se juntan con Pedro?

-A veces venimos acá a casa, a veces en la edición, a veces en un bar que está a tres cuadras de la edición. A veces vamos a comer a la noche.

-¿Cual es el catering que acompaña las reuniones con Pedro?
-Si lo que preguntás es si hay marihuana, la respuesta es no, no hay marihuana. Puede ser que alguna vez, porque alguien trajo por alguna situación particular, pero en general no.

-No te voy a negar que quería saber si había marihuana, pero también me gustaría saber qué otra clase de estimulantes hay, desde alcohol y cigarrillos hasta… no sé, antes dijiste que se juntaban a comer.

-Pedro es muy cigarrero y necesita el cigarrillo.Y yo soy más afín al alcohol. O sea, yo marihuana puedo tener o no, pero difícilmente no tenga whisky, por ejemplo.

-¿Qué tomás, además de whisky?   

-Vino, me gusta el vodka…

-¿Puro?

-Puede ser, pero me gusta con jugo de naranja. El viejo y famoso destornillador. He tomado bebidas casi impuras. Capaz que hace 20 años tomaba Gancia puro o con hielo, en vaso de plástico. O Legui en vaso de whisky, hasta arriba, una cosa espantosa que no hice más no por una cuestión de salud, sino de gusto. Uno empezó a ser inteligentemente selectivo con respecto a algunas cosas. Pero no soy marihuanense.

El faaaaassssssoooo

-¿Y tuviste tu época de fumón?

-Sí, claro. Yo empecé a fumar marihuana a los 15 años en plena dictadura, año 1976. Es más, andaba con porro por la calle y fumaba en la calle. Mi hermano me llevaba ocho años, entonces yo fumaba con fumones que me llevaban siete u ocho años. En esa época circulaban el faso nacional, que era el dormilón; el naftero, que no sé qué carajo le ponían, y era tremendo; y el paraguayo de siempre, que te rompía la cabeza. Pero el circuito de los que fumaban era mucho más pequeño. Casi te podría decir que era mejor faso que ahora. Y tuve sensaciones que no volví a tener hoy.

-¿Qué te pasó la primera vez que fumaste?

-La primera vez que fumé tuve la sensación de que me estaba muriendo. Empecé a sentir concretamente que el corazón me aceleraba a 120, que me moría, y terminé sentado en una cama, casi como si inconsientemente estuviera esperando la muerte. Hasta que en un momento bajé y terminé mirando una película de Frankenstein por televisión. Fue uno de los momentos más relajados de mi vida, casi como haber vencido a la muerte. Todo eso lo sentí en un lapso de media hora.

-Estuvo bueno, ¿no?

-Sí, claro. También tengo el recuerdo, en otro momento, fumado, de estar bajando una vereda en Villa Luro, rápido, y la vereda en bajada hacía que bajara más rápido, y para mí fue como haberla bajado a 150 kilómetros por hora. Una sensación muy placentera. Pero bueno, era una época…

-¿Mucho placer?

-Sí, claro, muchísimo. Pero ahora no soy un militante a favor de la marihuana, ni alguien que fuma todos los días. Si hay, todo bien. Pero no sé si hoy fumaría solo. De hecho, no fumo. Para mí hoy la marihuana es una droga social y ocasional.

-¿Y en aquella época sí fumabas solo?
-Poco, siempre me gustó compartir. Porque estaba la tribu, y uno se instalaba en la tribu. Entonces estaba la tribu de los fumones, que en esa época éramos tres los de mi edad, los demás eran todos más grandes.

El rock, el fútbol

-¿Esa época de fumón también fue el momento rockero de tu vida?

-Sí. En esa época estaba el tema de los rockeros contra los chetos. Los chetos iban a bailar a GEBA, y bailaban Humo sobre el agua. Yo era de los rockeros y era de los rollingas más que de los Beatles. En esa época se asociaba a los Beatles como lo más blando… una estupidez digna de un ignorante. Pero eso te daba un grado de pertenencia importante. También estaban los azotas, que eran los que escuchaban música más volada. Se les decía azotas por azotea.  Entonces también había un odio entre los que escuchábamos algo más visceral, tipo Zeppelin o Humble Pie, y los azotas, que por ahí escuchaban Genesis o Pink Floyd. Yo estaba entre eso y el fútbol.

-Zeppelin nunca desplazó a Racing…

-Desde ya, pero hablo del fútbol como juego en sí, de las ganas de jugar. Que excedía la militancia del equipo. O sea, yo era de Racing, fanático, y siempre lo fui, pero de chico me gustaba jugar al fútbol y quería jugar profesionalmente… en donde sea. Probablemente menos en Independiente, club en el cual nunca me fui a probar. Pero he jugado en Boca, en varios clubes…

-¿Reggae nunca escuchaste? Porque el reggae acá llegó después, ¿no?

-Sí. Conocía algo por los Rolling Stones. Inclusive ellos estuvieron de gira no sé si con Peter Tosh, o con alguno de ellos. Pero para mí fue algo posterior, que conocí más tarde. Creo que fue con Sumo, que fue una de las bandas que me rompieron la cabeza. Pero el reggae nunca fue mi favorito. No es que no lo pueda escuchar, pero escuchar cuatro temas seguidos de reggae es como escuchar cuatro temas seguidos de Muddy Waters. A mí me gusta más la canción y el sonido inclasificable. Si yo te digo qué es Hendrix, no sabés qué es Hendrix. Sí, es rock, pero es inclasificable. Para mí es como una bola de fuego. Si vos escuchás el primer long play de Cream, o Then Play On de los Fletwood Mac, me parece poco feliz decir “es rock”, como diciendo “está instalado en este género”. Los que más me gustan son indefinibles. Y los que más me aburren son los que dicen “nosotros hacemos esto”.

Las concesiones

-Leí hace poco que dijiste en una entrevista que vos y tu mujer se las rebuscaban laburando sólo en lo que les gusta, pero por tus hijas estarías dispuesto a hacer concesiones… No da la impresión de que estés haciendo muchas concesiones…

-Lo que siempre dije es que a lo mejor, si hoy tuviera que hacer concesiones, las haría por mis hijas, que tienen 9 años y 5. Por ahí cuando mis hijas tengas 20 o 25 años no van a sentir una necesidad de protección que hoy hace falta. Pero precisamente si hay algo de lo que suelo cuidarme es de no hacer concesiones.

-¿Qué sería para vos hacer concesiones?

-Creo que hay un sustento ideológico en todo lo que uno hace. Y no me gustaría formar parte de un equipo de gente que ideológicamente sea antagónica a mí. Eso no lo haría. No se trata de trabajar en un programa estúpido, porque ya trabajé en un programa estúpido, hace 10 años, y me parece que no es tan dañino. Pero no voy a sentarme a hacer un programa con Mariano Grondona, por ponerte un ejemplo.

-¿Ah, no? ¡Y yo que creía que sí…!

-No, por el momento no. Hay ciertas cosas que forman parte de un establishment situado en los medios, donde está todo bien, y para mí no está todo bien. ¿Qué está todo bien? ¡La concha de tu hermana! Entonces en algunos lugares no hago acto de presencia. No es que yo hago humor y soy un humorista, entonces mi compromiso es hasta ahí. Yo no creo en eso. Yo creo que hay un compromiso y una postura que uno tiene sobre la vida y sobre lo que sucede. Y uno está atento también a eso porque después eso te pasa por arriba y te quedás como un nenito gateando, diciendo “uy, mirá, no me había dado cuenta”. Yo los cagaría a patadas en el orto a esos que dicen “uy, yo no me había dado cuenta”. Ya nos pasó y nos costó 30 mil vidas. Algunas concesiones no hago. De hecho, el programa este nos ofrecieron hacerlo en el canal 13 y hubiéramos ganado el doble de plata, pero no está la discusión centrada ahí, tampoco.

-Además, por más que te ofrecieran más guita, te podían dar un voleo en el orto después del primer programa, como le pasó a Casero con lo último que hizo en el 13.
-Claro, es una posibilidad. Pero una posibilidad a la que uno ni siquiera debería arriesgar. El programa no depende del rating. Sabemos que hay mucha gente que lo conoce y le gusta, pero que no lo ve siempre. También hay gente que lo hace circular. O lo ve en Internet. Y bueno, uno lo hace para esa gente, loco. ¿Qué me tengo que poner yo a pensar “no sería conveniente que lo vea más gente”? Es como una pregunta idiota. Que en el medio de un asado, con tus amigos, te pegan un botellazo si preguntás eso. Por lo menos mis amigos, si hago eso, la mayoría me diría “callate, pelotudo”.

-La sensación que me da es que decís esto de tus hijas para evitar hacerte el banana y decir “hago lo que me gusta, no hago concesiones, nunca”. Pero lo cierto es que estás haciendo lo que se te canta.

-Sí, con el programa sí, porque el programa tiene una autonomía que parte de la reunión de dos tipos y de un grupo de gente que tiene la misma mirada. Y si parte de ahí, después no importa si te equivocás o no. Parte de una especie de autogestión, en un medio donde eso no es muy habitual. Porque en el medio, uno como actor, medio que cumple una función casi técnica. Así que sí, pongo cuidado. Y ni siquiera trabajo desde esta cosa que uno escucha permanentemente que es el “tener que aprovechar el momento”. “¿Qué momento, la concha de tu madre?” O sea, los momentos más importantes míos no son sólo los televisivos. Son problema mío esos momentos: ¿De qué momento me hablás? ¿Del momento de ser reconocido?

El ritual

-En la relación que hay con el público, ¿qué creés que une a los programas que vos hiciste y hacés? ¿Y cual es la diferencia en la relación con el público respecto de lo que pasa con el resto de la tele?

Cha cha cha, De la cabeza, Delikatessen, Todo por dos pesos y ahora, Peter Capusotto y sus videos, son programas tuvieron un vínculo casi ritual con el público. Como que la gente que los veía sabía que en la televisión había pocas cosas.  Entonces se sentaban a mirarlo a tal día y tal hora. Y te fumás un porro; o no, te comés una pizza; o te tomás un vino; o lo que fuese… pero estaba el ritual de ver algo que a tu vida le va a provocar una emoción interesante.

-Yo Todo por dos pesos lo veía con amigos, fumando porro, en lo de Mariano Lucano. Y nos daba la sensación de que como nos juntábamos nosotros, ustedes también se juntaban para hacer el programa.

-Exactamente, porque hay algo que une a la gente que lo hace con la que lo ve. Es medio una ronda de amigotes. Lo más interesante es que uno sea portavoz de una idea que circula entre todos, a diferencia de que uno sea portavoz de algo aleccionador, que te coloca en un lugar de más importancia que el que está mirando. Un lugar donde se sitúan muchos que se consideran artistas (me encanta decir la palabra “artista”), que miran siempre hacia abajo y como que en realidad toman a la gente como si fuera una especie de ejército, y se dan una importancia grandilocuente, porque tienen su lugar en los medios y en el escenario. Un lugar miserable que siempre los coloca con una mirada superadora, por más que en realidad sean buenos en lo que hagan.

El público

-Está bien, el lugar en el que te parás frente a la fama y a la tele es muy distinto del que propone el medio. Pero me imagino que la reacción de la gente en la calle debe ser más o menos la misma que con otros famosos de la tele. ¿Cómo lo encarás al pibe que viene onda “eh, Capusotto, capo, rocanrolnnnnenenena”?
-Es que muchas veces hay algo festivo. A mí no me tara ni me produce ninguna presión extra la calle. Lo que sí me rompe las pelotas es cuando me llaman por teléfono cada cinco minutos para hacerme notas o para ir a un programa de televisión. Si yo pudiera hacer el programa y nada más sería más feliz.

-Y te internan preguntándote sobre cualquier boludez que sucedió en la faz de la Tierra, ¿no?

-Exacto. “Viste, como en este momento estás en tu momento, yo te llamo para que me digas qué lugar de la costa te gusta más”: Ese puede ser un llamado que se repite a niveles de cualquier otra cosa. Es más genuino el saludo de la calle. Si alguien en la calle me dice “eh; loco, gracias porque nos hacen reír”, no está mal. Si te molesta eso es porque le estás poniendo una cosa neurótica al asunto. Porque si no, ¿para qué estás haciendo un programa en los medios? Como esos tipos que dicen “yo las cosas las hago para mí”, y hacen un recital para 30 mil personas. “No, mi arte lo hago para mï”. ¡Lavate el orto! Si comunicás, está bárbaro que la cosa circule entre la gente.


Las propuestas


-Ya que estás en tu momento, ¿qué cosas te proponen?
-Ahora hay uno que me llama para hacer una cosa en canal Fox. Sé que es algo que nunca lo voy a hacer. Pero tampoco me ofrecen cosas muy descabelladas. A ver… un día me llamó alguien de la producción de Marley…

¿Y?
-No, no fui. Porque si viajo a República Dominicana y para eso tengo que salir en televisión hablando con Marley y los invitados… ojo, no tengo nada contra Marley, lo conozco y me parece un pibe inofensivo y buena onda, está todo bien. Pero… digamos que… estos son los temas que ya me empiezan a incomodar.

-Debe ser complicado cuando lo que vos pensás que sos coincide con lo que un productor de televisión cree que vos sos, ¿no?
-Sí, porque además lo que suele suceder es que me llaman para cosas que probablemente el sentido común, si alguien conoce medianamente la trayectoria que nosotros tenemos (y en esto lo incluyo a Fabio [Alberti], a Alfredo [Casero] o a Pedro) te preguntás: “¿este chabón no se da cuenta de que yo aquí no voy a estar nunca?” Pero, claro, los mecanismos son complejos: en la televisión te llama un productor de 25 años al que le chupa un huevo y te dice “¿no querés hacer un sketch en Gran hermano? Mirá que los chicos son tus fans”. Son épocas medio obscenas. Hay mucho boludo que encima está teniendo la posibilidad de los quince minutos de fama de Andy Warhol. Y estos boludos empiezan a captar los medios. Después hay una gran cantidad de boludos que le cree a los medios, con lo cual la cosa se torna ya de una imbecilidad que está en el aire como el humo que vino de Zárate. Es una imbecilidad que no se ve pero se siente, así que es preferible que venga el humo.

El antipalermitano

-Boludo con fama, 25 años… ¡productor palermitano! ¿No sentís que hay como una industria de la incorrección política? ¿Que los productores palermitanos también andan detrás de esto? Y, dicho en lenguaje de productor palermitano, “¿sabés qué, negro? ¡Vos encajás perfecto con ese perfil!”
-A South Park le creo su incorrección política. Después hay una puesta en escena de esta incorrección política, que pasa por hablar de lo que no se sabe mucho. Porque este pensamiento palermitano del que vos hablás no hace ninguna lectura política. Ellos hacen estética, nada más. Pero para ser incorrecto o correcto políticamente hay que hacer lecturas que obligan a profundizar. Y me parece que no tienen postura tomada sobre nada. La irreverencia o la incorrección política es un vestuario más, pero en realidad lo que no veo es una lectura de la realidad medianamente profunda: veo simplemente al chico palermitano que ve algo en Sony y copia lo que ve, y que en realidad está tratando de ver si puede hacer algo igual a lo que hace Sony.


-Y eso, claro, muy incorrecto no es…
-No, pero puede hacer algo que tenga cierta incorrección en su mensaje o en su envase. Cosas que se ponen de moda. Hoy está de moda demonizar a D’Elía, por ejemplo, por parte de cierta clase media. Pero no de Doña Rosa, sino entre los supuestamente ilustrados. No digo intelectuales porque ser un intelectual es un paso bastante más profundo que ser ilustrado. Pero hasta en ellos existe esa demonización. Que no tiene ninguna lectura, es absolutamente superficial.

El cómico

-¿Vos te sentís cómodo diciendo que sos humorista? ¿Sos humorista? ¿O te sentís más un actor?
-Desde lo más genuino, lo que más me gusta es hacer reír. Me gusta más la palabra “cómico” que “humorista”, a mí. Para mí, convertirme en un cómico es ponerme un disfraz que me resulta muy saludable. No es un disfraz que uno usa para esconderse y no salir al mundo. Al contrario, es el disfraz que uno se pone casi hasta para ser más genuino… uh, qué frase, boludo.

-Me estoy emocionando… creo que no puedo seguir, por las lágrimas…
-Qué bueno que pongas “terminó de decir eso y no pude seguir, me puse a llorar”.


-Está bueno lo de “cómico”, suena más bastardo que “humorista”. Pero te preguntaba por lo que decías antes sobre que todo lo que hacés tiene una ideología. Y pensaba en que a veces decís algo copado o sensato o inteligente sobre alguna cuestión política y lo primero que piensa mucha gente es “mirá vos, y eso que es un cómico”. Como diciendo “che, no es tan pelotudo”…
-Pero esas son las categorizaciones que un poco desde el afuera intentan ponerte y si les hacés caso te volvés loco. Por eso uno siempre termina juntándose con cinco o seis que medio son con los que mejor te llevás. No te juntás con todos. Pero es lo mismo que los que creen que el cómico no es actor, sino que es un payaso que compone un personaje exacerbado. Son categorizaciones que a mí no me interesan. Me importa más lo que pueda decir (Antonin) Artaud sobre los Hermanos Marx, cuyo arte reivindica como esencia de lo anárquico y del lenguaje que rompe con lo real. Porque al romper con lo real y al ser anárquico, rompe con lo opresor, por las conductas formativas. Así que imaginate: yo obviamente voy a respetar más a Artaud que a un pelotudo que diga “para ser actor tenés que llegar a hacer Shakespeare en el San Martín”.

“El faso es como el huevo frito”


”Ese personaje es muy interesante porque yo no sé si es un pelotudo o un tipo que está feliz –dice Capusotto sobre el chaboncito de las Canciones con metáforas acerca de la marihuana–. O felizmente pelotudo, lo cual es ya envidiable. Y en realidad me interesa porque no sé si es un pelotudo o se está riendo de todos nosotros. O tiene una militancia cannábica que lo lleva a ver mensajes que nosotros no vemos. A mí me divierte mucho hacerlo por lo inverosímil del asunto. Mañana el Papa va a decir algo del faso. Porque ya excede lo musical, en cualquier discurso cualquiera puede hacer referencia al faso. El tipo va a escuchar al Papa y escucha que habla del faso. San Juan Bautista, todos hablaron del faso. Nos gusta eso de darle una vuelta de rosca. Y me gusta porque está totalmente convencido. Está feliz, no tiene alteradas las neuronas ni es que el faso le quemó las células de la cabeza. Y si te las come, ¿qué? ¿Cuál es el problema?”

-¿Cómo se les ocurrió el personaje?

-Pedro tiró la idea entonces dijimos “me pongo la primera ropa que encontremos”. No tuvo mucha lectura previa. No es que dijimos “vamos a hacer a este fumón de tal manera”. Porque eso no existe, no hay un estereotipo para el fumón. Sobre todo hoy, que el faso es como el huevo frito: lo probó todo el mundo ya. Es como el tostado: no hay nadie en la Argentina que no haya comido un tostado.

No a las pasteras

“Yo tuve muchos amigos pasteros –cuenta Capusotto en referencia a la inspiración que lo llevó a crear Nicolino Roche y sus Pasteros Verdes, esa banda de letras incomprensibles por el efecto, justamente, de las pastas–. Es como meterse una entrada al subte en la boca. A mí me surgió por el tipo que supuestamente se le tiene que entender lo que canta, pero no, por las pastas. Pero no es que se la pasa tomando pastas, porque no se lo ve tomar. Es como que tomó tantas que esto lo ha afectado. Es que la pasta es lo peor que hay. Si tomás pastas ya estás muy mal… qué sé yo, tomate un hongo, como experiencia va a ser más reveladora que si te tomás diez artanes. O tomar Romilán… ¡uh!


-Además son drogas de vieja. Es lo que decías al principio sobre tomar Gancia en vaso de plástico o Legui en vaso de whisky hasta arriba de todo.
-Claro, tenés que estar muy mal. Yo me acuerdo que un pibe, Alejandro, que no sé qué pasta había tomado. Veníamos en el tren y de repente el pibe empezó a deformarse como el mudo de los Hermanos Marx. O peor, como Linda Blair en el exorcista. Y me acuerdo que al otro día el chabón entraba en la colimba. Y me lo banqué de la estación hasta la casa y lo dejé tirado ahí en la cama. Y en un momento tengo la imagen de una película hollywoodense, porque lo venía trayendo así y el chabón que venía “aaaaaah”, y se ponía medio agreta, y venían dos canas de frente. Yo pensé “bueno, que pase lo que pase”. ¡Y los chabones ni miraron, loco! ¡Se hicieron los boludos! Año ochenta. Me acuerdo porque el pibe era de mi clase y yo entré a la colimba ese mismo año.

(Publicado en la revista THC, junio de 2008)