Escenario donde se disputan los derechos. La calle es el lugar donde la gente sale a reclamar y a exigir justicia. Por eso mismo, los discursos anticalle suelen tener la intención, de mínima, de relativizar y quitar importancia a esos derechos. Y de máxima, de combatir y aplastar esos derechos. La opción de mínima suele disfrazarse de “neutralidad” e “imparcialidad”: lo mejor es quedarse en la casa, no protestar y sólo participar políticamente a través del voto. Esta opción suele estar reforzada con el argumento de que “así es como funcionan las cosas en los países serios”, como si en esos países ricos a los que se denomina “serios” no hubiera manifestaciones masivas, muchas veces violentas y con quema de coches y piquetes en las calles. La opción de máxima, en cambio, es más directa y sincera: a la protesta callejera hay que reprimirla violentamente pues se trata de gente violenta que no permite la libre circulación vehicular, entre otras aberraciones. Existe sí una coincidencia con la opción de mínima, pues aquí también se utiliza el argumento de que repartir palos, gases y balas de goma es algo que se hace “en los países serios”. Con lo cual queda claro que el argumento de “los países serios” sirve para justificar absolutamente cualquier cosa.