Separación de una ideario sólo en dos valores contrapuestos. El binarismo no admite grises. O sí, pero son cosas que deben discutirse en momentos especiales. No en todos. Y mucho menos en algunos en particular. Cuando el ideario es la biología, el binarismo es prácticamente ineludible en cuanto a la sexualidad humana. El movimiento LGTBQ+ instaló la idea de que las identidades sexuales iban mucho más allá del binarismo de la biología. No por un problema de la biología: por la certeza de que la biología incluía las emociones. Y el desarrollo de lo que esas emociones podían generar en la sexualidad del ser humano. Durante mucho tiempo se pensó al binarismo como reaccionario. Y con justa razón. El binarismo invisibilizaba minorías y desalentaba a la diversidad. El binarismo no daba opción a la diversidad y negaba derechos. Hasta que el binarismo saltó de la biología y la sexualidad a la política. A partir de la opinión de una reconocida antropóloga sobre un golpe de estado en Bolivia, en apoyo a una reconocida agrupación de mujeres en el país vecino, volvió a instalarse la idea de lo binario. Lo binario pasó a ser una opción política frente a la urgencia de ciertos acontecimientos políticos. No, una opción no: pasó a ser la opción, la única opción. Y optar por ser “no binario” era lo único que se podía hacer. Ser binario era “hacerle el juego a la derecha”. O al golpe, o la reacción, o al fascismo, o a los Estados Unidos y los gobiernos conservadores y/o reaccionarios de la región. Muchas personas que alentaban el aumento de siglas y signos a la hora de definir las identidades sexuales “no binaries” pasaron a definirse como binarias a partir de las palabras de la antropóloga, que habló, justamente, de “lo binario”, aplicado a la política. ¿Cómo es que algo propio de fachos y machirulos en algo tan personal como la sexualidad pasa a ser, en algo tan público como la política, la única opción “progresista”? Seguramente debe haber respuestas para esta pregunta. Muchas. Lo es seguro es que no hay sólo dos opciones para optar, a riesgo de estar haciéndole el juego a alguien o a algo si no se elige una de ellas.