bicentenario

Aniversario número 200 de algún hecho importante. Dicho así, sin mayores precisiones, sólo se utiliza para dos hechos históricos vinculados con una misma cuestión: la independencia del país. Es decir, el hecho de dejar de formar parte de la corona española  para pasar a ser un país independiente. Los bicentenarios son dos porque dos son las fechas importantes que sirven para celebrar esta independencia: por un lado, la emancipación que siguió al fin del mando del virrey, el 25 de mayo de 1810, en el Cabildo de Buenos Aires; por otro, la declaración formal de la independencia, el 9 de julio, en la Casa Histórica de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Por tratarse de fechas en las que se celebra algo muy trascendente para la historia argentina, estos aniversarios redondos sirven para organizar grandes fiestas populares, donde actúan artistas y desfilan distintos representantes de la sociedad. Lo mismo ocurrió para el Centenario y, seguramente, lo mismo ocurrirá para el Tricentenario. Suele ser una fecha en el que se apela a entelequias como “el diálogo” (ver) o “la unidad nacional” (ver). Lo curioso es que, si se sigue el ejercicio lógico de utilizar este aniversario redondo para revisitar la historia del país durante los últimos dos siglos, se va a comprobar que ese “diálogo” o esa “unidad nacional” fueron cosas que nunca existieron más que en los discursos de quienes querían manipular los hechos a partir de apelar a consignas falsas e irrealizables. Pero justo es aclarar también que el bicentenario es una ocasión ideal para tergiversar los hechos históricos, como adjudicar “angustia por la independencia”, a quienes lucharon dos siglos atrás por dejar de formar parte del estado español.