Momento en que conviven un Gobierno en funciones que sabe que tendrá que dejar el cargo muy pronto (porque perdió las elecciones presidenciales) y otro que aún no asumió, pero que tendrá que hacerlo muy pronto, porque ganó las elecciones presidenciales. Aunque parezca un hecho normal, esta situación no se da muy a menudo en la Argentina, porque en la mayoría de los casos los gobiernos abandonan sus cargos antes de lo que indica la Constitución, ya sea por golpes de mercado, movilizaciones populares, saqueos, represión, medidas antipopulares, etc. La enorme brecha entre el discurso y los hechos hace que aún en los pocos casos en que la transición cumple con las premisas establecidas en la Constitución, muchos sectores hablan de “caos” y reclaman “una transición más ordenada” y hasta “una transición normal”, aunque sin especificar ejemplos de normalidad. Al menos no en la historia argentina. Hay quienes apelan a supuestos ejemplos de países extranjeros donde nadie sabe si lo que están diciendo es cierto o no: “Una transición seria, como en Canadá”, por ejemplo. El reclamo de “transición ordenada” o “transición seria” suele ser parte de una lista de reivindicaciones republicanas, a cuya cabeza se encuentra el pedido de “mayor calidad institucional”. Además, quienes reclaman “transición ordenada” suelen mostrarse preocupados por lo que consideran es una “transición caótica”, “transición violenta” y hasta una “transición preocupante y poco seria”.