Estadío que forma parte de la vida cotidiana, pues aparece mencionado en innumerables conversaciones diarias. Pero a pesar de ser un término usado con muchísima frecuencia, resulta muy difícil de definir. No tanto por la definición en sí, sino porque la mayoría de las veces en esa definición se termina aludiendo a lo que se percibe como la antítesis de lo virtual: lo real. Y definir lo real fue históricamente un gran problema para el ser humano. Esta dificultad se vuelve mayor y más compleja en un momento en el que lo que abundan son las referencias al mundo virtual, que parece más presente y más protagonista que el mundo real. ¿No debería ser el mundo real quien finalmente contiene todo? Inclusive lo virtual. Sí, debería ser así. Pero no siempre las cosas son como deberían. Y lo virtual (es decir, la representación de lo real, no importa si tiene más o menos componentes “reales”) termina siendo lo que se presenta como lo “real”. La restricción para que la gente tenga encuentros “reales” (es decir, personalmente, sin la participación de los sentidos del gusto, el olfato y el tacto) vuelve a lo virtual mucho más protagonista de la vida cotidiana. Es decir, como ya se dijo, vuelve a lo virtual más real.