LINCOLN, PROVINCIA DE BUENOS AIRES: PUEBLO CHICO, CARNAVAL GRANDE

Lincoln es pequeño. Treinta mil habitantes, contando todos los pueblos que lo rodean. Algunos, que forman parte del mismo municipio y están a 100 kilómetros de la ciudad. Eso, ciudad. Los porteños que llegamos hasta allí podemos caer en la tentación de decirle “pueblo”. No, pueblo no: ciudad.

       Los linqueños y las linqueñas se autoperciben como habitantes de una ciudad. Sí, linqueños y linqueñas. Ese es el gentinlicio. No quiero usar aquí el llamado lenguaje inclusivo (o no exclusivo) porque si digo “linqueñes”, es probable que fuera de Lincoln nadie entienda nada. 

       Linqueñas y linqueños. El término para denominar a les habitantes de una ciudad que fue fundada para honrar a Abraham Lincoln. Un honor express, según un proyecto de quien años después sería gobernador de la provincia de Buenos Aires: Dardo Rocha.

       Abraham Lincoln fue asesinado el 15 de abril de 1865. Y el 19 de julio de ese mismo año se fundó la ciudad de Lincoln, por decreto del Poder Ejecutivo de la Nación, donde se encontraba lo que hasta ese momento se denominaba paraje del Chañar. Actualmente, en la Municipalidad hay varios retratos y citas de Lincoln.

       El colegio secundario y terciario más importante de Lincoln es la Escuela Normal Superior Abraham Lincoln. La escuela normal es pública y tiene un himno. Y la letra del himno dice así:

Vidente ciudadano

de las conciencias libres

con Washinton patriarca

y apóstol sin igual.

En la democracia, un día

te saludarán los hombres

hermanados en el ideal

de tu grandeza,

bella bandera de paz

en un cielo de estrellas.

Grande en el pensamiento

cual hijo de la gloria,

modesto en la virtud

y honrado en el poder.

¡Sublime leñador!

La escuela de Sarmiento

invoca tu memoria

y a las almas esclavas

redimidas con tu muerte.

¡Repúblico eminente!

¡Sublime leñador!

¡Loor al gran Lincoln!

¡Al gran Libertador!

       Lamentablemente, en ningún momento el himno del colegio normal Abraham Lincoln, de Lincoln, provincia de Buenos Aires, dice “Lincoln, Lincooooln/ qué grande sooooosss!. Lamentablemente.

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Lincoln es plano. Tan plano como para darles la razón a los terraplanistas, esas personas que dicen que la tierra es plana. Lincoln está sobre la inmensidad de la llanura pampeana, sobre una planura que parece eterna.

       En Lincoln hay pocos árboles, excepto en el Parque General San Martín, un enorme y bellísimo predio arbolado de 87 hectáreas, con una gran pileta municipal a la que cualquiera puede acceder por un precio casi simbólico.

       La gente va al Parque General San Martín a correr, a hacer ejercicio, a hacer un pícnic o un asado (hay parrillas allí), a caminar, a pasear, a descansar. Si uno se mete por algunos sectores, el parque casi parece un bosque. Un bosque como un oasis en medio de la llanura pampeana.

       Contrariamente a lo que dice el himno de colegio, no parece haber muchos leñadores por aquí. Y no parece ser un lugar amigable para los leñadores. Pero quién sabe de qué lugar de Filadelfia viene esa épica remota evocada en el himno.

       No, árboles no. Y mucho menos leñadores. Lo que sí hay es mucha soja, por supuesto. Pero también es una zona lechera. Muchas de las marcas de quesos gourmet vienen de allí. Soja, leche, maíz, trigo: como sea, Lincoln vive del campo. Y en Lincoln hay un buen nivel de vida.

       Los comercios de la avenida Massey, la calle más céntrica de Lincoln, tienen las vidrieras sin persiana cuando cierran. Durante el carnaval, el máximo acto de vandalismo que sufrió un comercio fue que pintaran uno de los vidrios con espuma.

       Lincoln es de esos pueblos… perdón, ciudades, en las que se duerme la siesta. Llegar después del mediodía significa llegar a un lugar donde no pasa absolutamente nada. El trazado de la ciudad es totalmente cuadrado, sin diagonales, con manzanas idénticas y, salvo algunos edificios, totalmente plana.

       La llanura y la cuadratura no hacen más que profundizar la idea de vacío, valga el contrasentido. Pero así son las cosas en Lincoln. Ni un río, ni un lago, ni un lugar donde encontrar una excepción a la obviedad a la que la ciudad parece condenada. Por suerte, las cosas casi nunca son como parecen.

       Es imposible imaginar que allí, por la noche, sucede una fiesta enorme, con muchísima gente en la calle, chicos y chicas tirándose espuma y agua, grandes comparsas que desfilan, infinidad de gente bailando y las carrozas de cartapesta, esas que son la identidad de la ciudad.

       Durante el día nadie puede imaginar lo que va a pasar por la noche. Pero el carnaval de Lincoln es cosa seria.

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Además de autopercibirse ciudad, Lincoln se consideró siempre a sí misma como la Capital Nacional del Carnaval Artesanal. Lo decían todo el tiempo. Tanto, que nadie en la ciudad podía imaginar que las cosas, en realidad, eran de otra manera.

       Lincoln recién fue declarada oficialmente Capital Nacional del Carnaval Artesanal el año pasado, en octubre de 2018, por una ley aprobada en el Congreso de la Nación. Y desde entonces, el Carnaval tomó un nuevo impulso. O al menos eso pretenden sus autoridades.

       En realidad, hace muchos años que el carnaval de Lincoln es un fenómeno único, un espectáculo al que asisten unas 70 mil personas, algo más del doble de las personas que viven en todo el municipio.

       En el carnaval de Lincoln desfilan agrupaciones de las más variadas. Hay comparsas al estilo del carnaval carioca y hay camiones con músicos tocando, al estilo del trío eléctrico del carnaval de Bahía, en Brasil.

       Hay también delirios mecánicos, con autos tuneados con mucha fantasía, que hacen movimientos disparatados. Pero el carnaval de Lincoln es artesanal por sus muñecos, cabezudos y carrozas hechas en cartapesta.

       La cartapesta es un material con el que se pueden realizar figuras de todo tipo, con muy bajo costo de materiales. La cartapesta se hace con tiras de papel de diario o similiar, y engrudo. O sea, harina y agua.

       Hay que ir colocando capas de papel, que se van untando con engrudo. Cuando esto se seca, queda un material bastante duro, que se puede pintar de colores. La cartapesta es una técnica muy utilizada en escenografía y, específicamente, en varios carnavales europeos.

       Las características máscaras del carnaval de Venecia, por ejemplo, se hacen en cartapesta. O se hacían, las originales. Ahora se pueden conseguir, más baratas, hechas en plástico y en China.

       El carnaval artesanal comenzó en 1928, cuando el profesor Enrique Alejandro Urcola decidió incorporar a las carrozas de carnaval en Lincoln la técnica que había aprendido en su trabajo como escenógrafo del Teatro Colón de Buenos Aires. Desde entonces, se creó una tradición de trabajo en cartapesta.

       Hoy es raro encontrar alguien en Lincoln que alguna vez no haya pegado algunos papeles con engrudo. Ya sea como mero intento o como aprendices de algunos de los maestros que trabajan para el carnaval.

       Batata tiene 50 años de Carnaval y se jacta de haber sacado más de 60 carrozas. En su casa tiene un enorme taller, donde tiene estacionada su carroza de este año, un enorme bebé haciéndole cosquillas a un dragón en la panza.

       “Hace años que sueño con esa figura y recién este año la pude hacer”, cuenta, entusiasmado. Pero dice que a último momento, tenía todo listo, y sintió que le faltaba algo. Entonces, la noche anterior se puso a hacer un “cabezudo”, una enorme cabeza de cartapesta, que representa a algún personaje, y que la persona que lo lleva lo sostiene sobre los hombros y desfila sola.

       Batata se pasó toda la noche trabajando y el cabezudo está listo en cuanto a la construcción. Pero le falta un pequeño detalle: pintarlo. “Lo pinto ahora, a la tarde”, dice Batata. Es la una del mediodía y el cabezudo tiene que desfilar a las diez de la noche. No parece ser algo muy fácil, pero Batata está tranquilo: “Las autoridades saben que llegamos medio jugados y el primer día no te ponen puntuación”.

       El carnaval de Lincoln se viene haciendo de manera ininterrumpida desde fines del siglo XIX. En 1928 empezaron las carrozas en cartapesta y la tradición sigue hasta hoy. ¿Y qué pasó durante la dictadura? “Nada”, responde Batata. “El carnaval es un fenómeno muy suerte, si alguien quería prohibirlo, se le pudría todo”.

       La democracia fue mucho mejor para el Carnaval. Sobre todo porque empezaron a aparecer las boletas electorales. Y se sabe que las boletas que sobran de una elección, en Lincoln se utilizan para hacer cartapesta. Un motivo que, además, hace pensar que esta ciudad sea el último bastión de los diarios en papel.

       Ni los diarios online ni los votos electrónicos son buenos para la construcción de las carrozas del carnaval de Lincoln.

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Todas las fuerzas vivas del pueblo dicen presente: está la Sociedad Colombófila de Lincoln, está la Sociedad Española, la Peña Boquense Flaco Schiavi, en honor a uno de los linqueños más famosos. Cada una tiene un puesto de comida o de bebida. O de ambas. El carnaval es el momento de recaudar.

       Pasan familias con chicos que se tiran espuma o agua; pasan pibes y pibas que quieren divertirse;  pasan personas mayores que reservan mesas o algún lugar en alguna de las tribunas. El carnaval tiene unas diez cuadras de largo y hay gente de todas las edades, todos los gustos, todos los orígenes sociales.

       Hay chori, pati, parrilla, panchos. Hay vino, gaseosa, cerveza artesanal, fernet y licuados. Hay hamburguesas de cordero, sushi, bondiola caramelizada, tacos y humus. Hay precios populares y un patio de comida gourmet, justo enfrente de la iglesia principal, frente a la plaza.

       El cura de la iglesia no quería saber nada con el carnaval, con el patio de comida gourmet con todas sus mesas, justo frente a la casa de Dios. Entonces llegaron a un acuerdo con las autoridades: la iglesia consentiría el carnaval, a cambio de que le adjudiquen dos puestos para vender espuma en aerosol.

       Los dos puestos de venta de espuma que maneja el clero están a los costados de la iglesia. En un momento, el cura párroco sale de la iglesia con un paquete con aerosoles de espuma en cada mano, y se los entrega a uno de los vendedores.

       Al lado del puesto donde el cura entrega la mercadería hay un busto gigante de Madre Teresa de Calcuta. Se trata de una imagen algo caricaturizada y, por supuesto, hecha en cartapesta. Como para que quede claro que la fe católica no iba a estar ausente en el Carnaval de Lincoln.

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Lo que sigue es el vértigo de algunas cosas que pasan en la primera noche de la edición 2019 del Carnaval Artesanal de Lincoln:

       -Pasa una chica rubia, de anteojos, que atiende en el supermercado. En la caja parecía tímida, con poca confianza en sí misma. Ahora, bailando samba en una comparsa, en tanga y con el cuerpo semidesnudo y lleno de brillos, la imagen que refleja es otra completamente distinta a la de la tarde.

       -Pasa el camión musical de El Indio. Se llama “Indio querer fiesta” y arriba los músicos tocan cumbia. El Indio trabaja el resto del año como albañil, pero en el carnaval es una estrella. Y el resto del año también lo intenta y, cuando puede o lo contratan para alguna fiesta, va a tocar un poco de cumbia con su banda.

       -Pasa una carroza con un muñeco con la cara de Christine Lagarde y detrás otro muñeco, con la cara de Mauricio Macri, acatando órdenes de la francesa directora del FMI.

       -Pasa otra carroza, también con muñecos, donde aparece Jorge Lanata y algunos denunciados por la causa de los cuadernos.

       -Pasa Costumbres Argentinas y parece interminable. La comparsa simula una lección de zumba donde bailan montones de chicos y chicas, canciones como La felicidad, de Palito Ortega; o Ji ji ji, de los Redonditos de Ricota. En un momento pasa bailando la dueña de la casa donde estamos durmiendo los periodistas invitados al carnaval. Nos saluda, nos reímos. Tampoco la hubiera imaginado nunca bailando así.

       -Pasa otro camión con músicos, Los Diablos Carnavaleros, que hacen el tema Cariñito en versión cumbia. El guitarrista del grupo es Ruly, que cuando no es carnaval trabaja como peluquero.

       -En el escenario central hay un locutor y una locutora que van contando de qué se trata cada una de las propuestas. Cuando pasa una comparsa con mucha percusión o una banda, se callan para que se escuche la música. Pero cuando pasan números sin música o hay un bache, hablan y ponen canciones de fondo.

       -Cada tanto suena el Himno del Carnaval de Lincoln. El tema tiene 60 años y fue compuesto e interpretado por Héctor “Pueblo” Serazzi y su Orquesta Montecarlo. La letra dice así:

A disfrutarla en carnaval,

a divertirse en carnaval,

para gozarla en carnaval,

venite para Lincoln, capital del carnaval.

Serán días hermosos que en Lincoln pasarás

paseando por sus plazas, su parque San Martín.

Con su añosa arboleda, su lago artificial,

sus juegos para niños, pileta y rosedal.

       -Pasa otro camión con músicos. En la banda, quien canta y toca la guitarra es Carlos, un hombre  que tuvo un intento de suicidio. Carlos se pegó un tiro en la sien, pero algo salió mal (o bien, quién sabe) y sobrevivió. Pero quedó ciego. En el pueblo se dice que desde entonces sólo sale para el carnaval.

       -Pasan varias carrozas y carros que hacen alusión a La Casa de Papel, con muñecos gigantes en cartapesta y músicos, todos con los atuendos de la serie española. Suenan un par de versiones de Bella Ciao, pero en ritmo de cumbia.

       -Pasan los Autos Locos, coches a los que los intervinieron para que tengan ruedas ovaladas, por ejemplo, y anden haciendo piruetas. De repente me invitan a subir y me pasean en un coche antiguo que se para sobre las ruedas de atrás y da vueltas a toda velocidad. Termino mareado de tanto carnaval.

       -En Mastur Banda baila una chica con síndrome de down. En Mister Banda simulan una escena de Moulin Rouge. Ambas son las batucadas más poderosas de la noche. Y ambas tienen legiones de fans.

       -Pasan unos cabezudos. El número se titula “Papá de mellizos”, y son dos cabezudos con las caras de Guillermo y Gustavo Barros Schelotto. Adentro de uno de ellos va Leonardo Michelli, un funcionario de carrera que está hace unos 30 años en la función pública, y que actualmente es responsable del Palacio Municipal.

       -En los alrededores del desfile, entre las mesas y las tribunas, hay dos linqueños ilustres: uno es Toto Lescano, que figura en el libro Guinness por ser la persona que más tiempo estuvo bailando malambo: 100 horas; el otro es el boxeador Eduardo “El Gato” Benavent, ex campeón argentino y sudamericano de los súperligeros, un tipo que fue a boxear a Europa y al Luna Park. Ambos, Toto y el Gato, actualmente venden papas fritas entre los espectadores del carnaval de Lincoln.

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La chatura de Lincoln, la cuadratura de Lincoln, lo predecible de Lincoln: todo eso parece una idea concebida en los prejuicios. Una idea que sólo puede ser refutada por algo tan contundente como el carnaval de Lincoln.

       Un carnaval hecho para el disfrute de la gente del lugar. Para que la cajera no tenga que ser sólo  la cajera, y el albañil no tenga que ser sólo el albañil. Un carnaval inclusivo, de cuerpos de infinitas bellezas, de travestis orgullosas y de hombres que se animan travestirse por una noche. Un carnaval hecho para que lo baile quien quiera bailarlo.

       Es entonces cuando recuerdo que Lincoln está apenas a 40 kilómetros de General Villegas, el pueblo en el que Manuel Puig nació, vivió su infancia y adolescencia, y utilizó como escenario de sus libros La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas.

       Tal vez sea en el noroeste de la provincia de Buenos Aires donde la llanura pampeana decidió ofrendarnos una cantera del realismo mágico. De nuestro realismo mágico. Del realismo mágico que supimos conseguir. Tan real y tan mágico como el carnaval de Lincoln.

Publicada originalmente acá: https://www.lavaca.org/notas/pueblo-chico-carnaval-grande/